Lugar común: al que Dios no le dio hijos, el diablo le dio sobrinos. Vale la figura si se entiende que lo “diabólico” suele ser interpretado como un espacio de desorden, de “fuera de la norma”, de fuera de las leyes. En ese sentido, parecería que a muchas tías profesionales sin hijos nos correspondería el espacio del mimo, o el de la malacrianza. Pero no necesariamente es así: por un lado, para las tías “pank” (tal la sigla en inglés de las tías profesionales sin hijos) la experiencia de ayudar a crecer a los sobrinos es lo más cercano a la maternidad que nos haya tocado vivir. Por otro lado, es un acto de desprendimiento y de libertad, porque - se sabe- en ese territorio no se juega el afán a veces inconsciente de imprimir en ese niño o niña los deseos o mandatos de padres que a veces quieren que sus hijos vengan a completar sus sueños o deseos inconclusos. Pero, por sobre todas las cosas, esta función de las tías pank (que viene de la mano con estos tiempos de “derecho a elegir” que nos han tocado a las mujeres) está atada a una condición necesaria: la del vínculo de hermandad. Hermandad de la sangre o del corazón, pero hermandad al fin. Creo que las “tías genias” surgen a partir de las “hermandades geniales”.
Un espacio de libertad
Nora Lía Jabif | LA GACETA